Diseño a cargo de David Bellocchio

‘’Un país avanza precisamente cuando todos tienen la oportunidad de estudiar’’

Evaluados

--

En esta oportunidad viajamos a Guatemala. Aterrizamos en su ciudad capital y nos dirigimos a la Universidad Da Vinci.

Particularmente, en esta ocasión, tenemos el agrado de conversar con Juan Luis Fuentes, su Vicerrector Académico. Juan ha recorrido un largo camino, formándose en diversas disciplinas, ha estudiado en tres países diferentes y afirma que nunca dejará de estudiar y aprender. Se trata de una persona que supo cómo poner al servicio de la educación universitaria una brillante carrera profesional en sectores ligados a la ingeniería y el comercio, para pensar una educación que asuma el reto de ser innovadora, accesible y, por sobre todo, más humana.

¡Te invitamos a leer la entrevista completa!

¿Nos contarías sobre usted y cómo se describe a sí mismo?

Mi nombre es Juan Luis Fuentes, tengo 65 años y he tenido varios intereses a lo largo de mi vida. Inicialmente, cuando entré a la universidad muy joven, yo quería ser un fabricante, quería ser un industrial. Sin embargo, la vida me llevó por diferentes rumbos y me desarrollé trabajando con empresas multinacionales, tanto guatemaltecas como de la región. Y esto ocupo unos 20, 25 años de mi vida.

Posteriormente, se inauguró una universidad en Guatemala. Ellos ofrecían transformar el país, transformar la cultura del país y me pidieron ayuda para iniciar un programa para desarrollar jóvenes, para que estos pudiesen impulsar las empresas de la región internacionalmente, que era un poco mi experiencia. Es así que me vinculé con esta universidad trabajando parcialmente, y poco a poco me fui enganchando al punto que cuando me di cuenta habían pasado 10 años. Desde el año 2000 trabajó en universidades.

Actualmente soy el Vicerrector Académico de la Universidad Da Vinci. Es importante mencionar que tuve una interrupción de dos años porque el covid me atrapó en España, tuve que quedarme allá casi 8 meses y entonces era difícil de manejar la situación a la distancia. Sin embargo, esto me permitió conocer de primera mano lo que ocurría en España en las universidades, porque trabajo mucho en relación con universidades españolas.

Usted ha estudiado un Doctorado en Gobierno y Cultura de las Organizaciones ¿Haber estudiado este posgrado ha tenido que ver con su interés por la educación?

Pues mira, te lo cuento. Yo estudié Ingeniería Química en Guatemala y luego obtuve una beca y me fui a estudiar a Francia a una escuela de ingenieros, una escuela petrolera. Lo que aprendí fue en gestión de proyectos petroleros. También estudié allí un MBA en Negocios en la Universidad de Grenoble. Allí trabajé en París en una empresa que desarrollaba proyectos internacionales y luego retorné a Guatemala y me vinculé con un grupo local industrial y me tocó desarrollar toda la parte internacional, tanto de compras como de ventas.

A raíz de esa experiencia, el presidente de esa empresa, que era el presidente también de la Universidad del Istmo, fundada por aquel entonces, me dijo ‘’Oye, me gustaría que le enseñaras a los chicos lo que tú haces en la empresa’’. Es así que me vinculé y empecé a trabajar con los jóvenes para sacar un programa de marketing internacional, de gestión internacional de proyectos, ese tipo de cosas, y como te contaba, me fui quedando.

Estando allí en la universidad, tiempo después justamente el rector me expresó ‘’necesitamos desarrollar a los profesores’’. Esta universidad tenía una vinculación con una institución de educación superior en España, la Universidad de Navarra, que queda en Pamplona. Me pidieron que fuese a dialogar con ellos, para evaluar la posibilidad de crear un programa de formación de profesores. Es así que creamos un programa de doctorado, más bien ellos tenían uno, y lo que hicimos fue pactar que un grupo de nuestra universidad fuese a estudiar allá y volviese. Y entonces el rector me dijo ‘’yo necesito que estés en ese programa’’ y ahí me volví a vincular, a los 50 años, a la universidad otra vez, lo que fue una grata, grata, gratísima experiencia.

Así que estudié en Guatemala, en Francia y en España. Eso me ha permitido ver cómo los modelos universitarios han evolucionado a lo largo de los años. En Guatemala estudié Ingeniería Química en los años 70’, y en Francia estuve 10 años después en los 80’, y luego retorné a estudiar en 2005. Empecé un máster, y luego seguí con un doctorado. Tengo 65 años y sigo estudiando todavía (risas). Bueno yo creo que me moriré estudiando (risas).

Te voy a contar una anécdota un poco divertida. Cuando retorno de Francia, de mi master en negocios, me contrata una compañía grande en Guatemala, inicialmente para compras, pero después me dicen ‘’oye, importar es lo mismo que exportar, ¿por qué mejor, no te dedicas también a exportar?’’ y como era joven dije, bueno, debe ser lo mismo, y asumí la responsabilidad. Me mandaron a mi primer viaje a Japón, donde hago todo siguiendo el libro, como se dice ‘’by the book’’. Dije bueno, hay que hacer esto, esto otro, citas, preparar muestras, catálogos, etc. Yo fui muy, muy bien organizado a Japón.

Llegué a Tokio muy temprano, a la oficina del empresario con quien me iba a entrevistar, todo iba muy bien, hasta que el hombre me dice, ‘’eres muy joven y eso me da un poco de desconfianza’’, yo le pregunté ¿por qué? Entonces el señor me responde:

-Porque los jóvenes a veces creen que las cosas son fáciles, y las cosas son complicadas.

-No entiendo, ¿en qué sentido?

-Mira te voy a hacer una pregunta ¿tú decides en la empresa? ¿lo que tú y yo pactemos se va a respetar en tu empresa?

-Pues claro.

-No, no me has entendido, tú y yo hoy hacemos un pacto, debes enviarme los productos en tal fecha, ¿eso lo va a respetar el gerente de fábrica?, y el de finanzas ¿va a autorizar el precio que tú y yo convengamos? ¿o tienes que volver a tu país y hablar con un equipo de ejecutivos, que van a autorizar lo que hiciste?

-Bueno si, yo tengo que volver y explicarles a ellos todo lo que hemos hablado.

-Siento mucho que hayas venido hasta aquí para charlar, debería haberte hecho esta pregunta antes de que vinieras, no tengo tiempo para ti, lo siento. Para hacer negocios, necesito una persona que tenga autoridad en su empresa, independencia, que firme un documento y se respete, tú no eres esa persona, cuando tú seas esa persona vuelve.

Esto me desconcertó. Yo dije ¿ahora qué hago? y el tipo me dijo ‘’mira Tokio es bonito, vete a pasear y adiós’’. ‘’Me quedé sin empleo’’, pensé en aquel momento, ‘’¿Y ahora qué hago?’’

Regrese, no sé ni cómo, cabizbajo. Cuando tuve que hablar con el presidente de la empresa, me preguntó, ¿Cómo te fue? ‘’ ¡Pues muy mal!’’, respondí, ‘’me paso esto, esto y esto, si usted cree que yo no soy competente para este trabajo pues, decida usted qué hacer’’. El tipo se fue y al poco tiempo regresó, y me dijo ‘’mira ese señor tiene razón, no podemos enviar a alguien al exterior a hacer negocios y que no tenga autoridad’’. Y Me dieron libertad de hacer convenios. Y eso me hizo pensar que las organizaciones de Guatemala no tenían costumbre y no sabían cómo trabajar en el extranjero. Desde entonces, comencé a pensar que hay que preparar a los jóvenes para que vayan a hacer negocios, establecer relaciones internacionales. En esa época tendría 28 a 30 años y desde entonces empecé a pensar en que era necesario formar a la gente, así comencé a vincularme con la educación, poquito a poquito.

Cuando usted era estudiante ¿Cómo eran las instancias de evaluación? ¿Cómo se sentía frente a ellas?

Pues mira cuando yo era joven en Guatemala, había una sola universidad pública, y en aquella época había pocas universidades, creo que en total eran 3 o 4; de ellas 3 eran privadas y una pública, la universidad pública tenía mucha mala fama. Además, estudiar ingeniería química tenía, de por sí, la peor fama. De todas las ingenierías te aterrorizaban diciendo ‘’es que ahí te va a ir muy mal’’. Efectivamente, los profesores tenían una actitud de que tú tenías que sufrir, era parte del aprendizaje y de los exámenes. Te hacían preguntas que te hacían pensar ‘’pero esta pregunta ¿qué relación tiene con lo que estoy aprendiendo o para que me sirve?’’. Y eso lo sigo escuchando en los jóvenes. Mi hijo estudia arquitectura en España y me dice ‘’ es que mira, hay cosas que no entiendo para que nos las preguntan, si no nos van a servir en la vida’’. Yo le digo, bueno espera, porque a lo mejor el hombre sabe más que tú, sobre cuando te van a servir las cosas. Pero creo que los jóvenes se siguen preguntando sobre la forma en que los profesores cuestionan en los exámenes, asuntos que no tienen mucha relación ni con el curso, ni con lo que tienen que aprender.

Me parece que los profesores en aquella época improvisaban en los exámenes, tenían un criterio muy particular, muy individual de sobre lo que debían preguntar y muchas veces, ni siquiera charlaban con otros profesores de materias relacionadas. Entonces cada curso era un mundo individual, independiente, y si te tocaba un profesor que tenía una buena actitud hacia los estudiantes entonces el curso era más o menos bueno, amable. Pero podía tocarte un profesor que lo que quería demostrar es que él sabía más que todos, lo cual es lo obvio, pues en esa relación profesor-alumno, el profesor sabe, debe saber más que los alumnos.

Había un examen que todavía en Guatemala se practica, que después de haber estudiado 40 o 50 cursos, tenías que pasarlo. Este era un examen general, oral, al final de toda tu carrera, y te podían preguntar cualquier cosa que se les ocurriera. Estos exámenes eran muy muy difíciles, hacían mucho daño, pues mucha gente lo perdía una, dos y tres veces y al final decía, ‘’ya no me quiero graduar, me quedo así, trabajaré sin título’’. Hay muchísima gente en Guatemala que no se gradúa por esa razón, creo que esos exámenes fueron traumáticos. En aquella época era difícil, era muy subjetivo, los profesores decidían, no había una metodología clara de enseñanza, no se hablaba de competencias, sino que pensaban: tú tienes que evaluar a tus estudiantes con el criterio que tú tienes. Exámenes de 8 o 10 horas por ejemplo. Pero también había gente muy buena, gente que hacía muy bien su trabajo y que te enseñaba mucho.

En cambio, cuando me fui a Francia experimenté algo totalmente diferente. Allí estudiabas todo el año y tenías exámenes al final, un oral y un escrito. Para los extranjeros expresarnos en francés era terrible, una tortura, era más fácil hacerlo por escrito. Sin embargo, esos exámenes que podrían ser equivalentes a estos exámenes que te comentaba antes, en realidad no eran tan duros, porque los profesores tenían una actitud diferente. Primero te habían dicho de qué te iban a examinar, qué tenías que estudiar, qué tipo de problemas ibas a resolver, entonces lo que era importante era controlar los nervios, pero eran exámenes yo diría que, bastantes justos.

En su trayectoria como docente o autoridad educativa ¿Cambió su perspectiva respecto de las evaluaciones al haber cambiado de rol? ¿De qué manera?

Si, 100%. Bueno primero tenía esta mala experiencia de mi época en la universidad de Guatemala, que es una experiencia que comparte mucha gente. Luego la experiencia en Francia me mostró que se podían hacer las cosas diferentes. En Guatemala mucho era memorístico, casi no teníamos laboratorios a pesar de que estudiábamos una ingeniería de mucha interacción con talleres. También vivíamos en lo que después se llamó la década perdida de América Latina, en los 70–80, cuando los países entraron en quiebra, no había dinero, había veces que no podías encender la caldera, que era la que alimentaba los talleres para hacer exámenes.

En Francia llegué a una universidad que te lo daba todo, que te brindaba todo, que tenía recursos, vivías muchas experiencias. Los exámenes eran menos importantes, eran más importantes los proyectos, la práctica; y te hacían hacer una práctica laboral para la graduación. No hacías, como en Guatemala, un ensayo, sino que te mandaban a trabajar. A mí me enviaron a trabajar a París, te pagaban la estancia de trabajo y hacías un proyecto sobre algo que habías trabajado en la universidad. Me tocó un profesor que, lo que hacía era construir índices de precios de los equipos de construcción de una refinería. Entonces él me hizo unos indicadores y me dijo ‘’ve a probar estos indicadores a esta empresa’’. Yo me fui 4 meses a París, ahí me pusieron a estudiar una refinería que habían construido en Qatar y la comparaba con la construcción en Francia. Utilizaba los indicadores del profesor para probar si explicaban razonablemente las diferencias. Y al final hice una memoria de eso y me gradué. En contraste, en Guatemala no hacíamos eso.

Luego, años después, cuando llegué a España, ya la Unión Europea se había constituido, se había hecho la reforma educativa de Bologna y se había optado por la educación por competencias. Entonces cambió totalmente el paradigma, a un esquema constructivista, a un esquema de desarrollo y verificación de las competencias laborales, científicas, otras blandas. Me pareció que habíamos pasado de un sistema de evaluación muy técnico que sólo evaluaba números, fórmulas, a una evaluación mucho más comprensiva, más amplia, que ayudaba a la persona a poder desarrollarse mejor en el trabajo en equipo, a expresarse. Me parece que ha habido una evolución muy positiva de la evaluación.

Hoy la evaluación es parte realmente del aprendizaje, tienes que aprender también a ser evaluado, para que en la vida entiendas que vas a ser todo el tiempo evaluado. Tienes que ser competente y dar resultados, pero es muy diferente lo que se hace ahora que lo que se hacía hace casi 50 años cuando yo empecé a estudiar.

A mí me parece que ha evolucionado muy positivamente, nosotros en nuestra universidad estamos trabajando en ello, aunque también tenemos paradigmas culturales que derribar. Muchos profesores lo que hacen es seguir con el modelo que teníamos antes. A las personas que nos hemos formado en otros paradigmas, que hemos estudiado en otros lugares, que hemos tenido quizás otras experiencias, pues nos toca irles diciendo ‘’mira prueba esto’’, ‘’tenemos que enseñarles a los jóvenes de otra forma’’, y eso es parte de mi trabajo todos los días, ver que haya mejores formas de evaluación, mejores formas de medición de los estudiantes. Y créeme que es un trabajo muy bonito y muy interesante.

Una evaluación más integral demanda de una enseñanza más integral y mucho más holística, más sistémica, donde el estudiante no solo aprenda a resolver problemas, aprenda a tener un espíritu crítico, a tratar de observar las cosas de una forma más amplia, con una visión más extensa. Yo creo que ese es el éxito que justamente tienen algunos países que tienen sistemas educativos muy buenos, y es que es una experiencia la enseñanza hoy, no es una tortura.

Yo tengo un hijo de 22 años que estudia arquitectura, y él dice que es un arquitorturado y que estudia arquitortura (risas). Y he hablado con chicos de otros países de arquitectura y me dicen lo mismo: ‘’ es que nos ponen a hacer tantas tareas, no duermo’’. Me da mucha risa el término que usan.

La educación, creo yo, ya no es una tortura, quizás lo era antes, porque teníamos la idea de que solo debían estudiar aquellos que intelectualmente tuvieran capacidades para estudiar, pero un país no avanza así, un país avanza precisamente cuando todos tienen la oportunidad de estudiar.

A mí me ha impactado muchísimo lo que Japón hizo en 1850 en la Revolución Meiji, de hecho he ido a Japón a estudiar un poco el modelo de ellos. Ellos decidieron que, para que el país pasara de la Edad Media a ser un país desarrollado, tenía que cambiar toda la sociedad, ceder privilegios, todos tenían que tener derecho a educarse. Sabían que la educación no iba a ser buena durante muchos años pero tenían ese espíritu de que cada día iba a ser mejor. Ellos lo dicen claramente ‘’hoy mejor que ayer, mañana mejor que hoy’’. Ese espíritu de siempre estar progresando poquito a poquito, creo que es lo que ha llevado a ese país a donde está. Y eso es algo que nos ha faltado a nosotros los latinoamericanos. El estar convencidos de que todos pueden estudiar y que todos pueden hacer cosas, todas las personas pueden desarrollar competencias. Al final una sociedad es una complementariedad de las competencias del trabajo de las personas, eso es lo que creo yo y por eso es que trabajamos en esto.

¿Cómo enfrentaron el reto de enseñar y evaluar en virtualidad con el comienzo de la pandemia del covid-19?

Yo estuve en España durante la pandemia y estaba en comunicación con la universidad, yo era vicerrector, justo antes de la crisis, veníamos trabajando un proyecto de educación virtual desde el año 2015. La razón es porque la misión de la universidad es brindarle apertura de oportunidades a los jóvenes que no las tienen. Los fundadores buscaban llegar a aquellas personas que no tenían acceso a la educación. Fuimos encontrando que una forma de hacerlo era la educación en línea. Teníamos un programa muy grande en todo el país con una organización bancaria y asumimos el reto de darle educación a todos ellos, eran 3000 trabajadores. Ahí comenzamos un proyecto de educación virtual que fue creciendo. Empezó muy pequeñito, haciendo websites de cada curso, luego hicimos materiales para la enseñanza, luego involucramos profesores para que desarrollaran guías metodológicas y así fue creciendo, muy poco a poco.

Cuando se dio la pandemia, esta unidad se volvió la nuclear de la universidad, el departamento de e-learning. Estos jóvenes asumieron el reto de educar a todos los profesores. El primer paso fue enseñar a aquellas personas que nunca habían hecho ni siquiera una conferencia en línea a seguir trabajando, ayudar a los jóvenes a conectarse porque sabemos que el gran problema de la educación virtual es la conectividad. En un país tan pobre como Guatemala, el problema de la conectividad es serio, es quizás el problema más serio que enfrentamos nosotros. Es costoso, es de mala calidad, y luego los jóvenes tienen que invertir en tener un equipo para poder estudiar. Entonces los retos eran muchos.

Sin embargo, este departamento trabajó día y noche, desde España platicábamos y ellos me comentaban que no paraban. Como ellos habían tenido una experiencia previa, comenzaron aceleradamente a desarrollar materiales, guías, conferencias, y luego fueron incorporando metodologías nuevas en la educación, todo fue de forma acelerada. Más o menos nosotros manejamos 1800 profesores. Y de esos, 600 ya tenían alguna experiencia en virtualidad. Esto permitió que todas las facultades pudieran empezar a dar cursos en línea. La experiencia final fue que durante la pandemia la población estudiantil creció. Es una de las épocas universidades de Guatemala donde pasó eso, en la mayoría decreció. Aquí la experiencia fue bastante positiva.

Nosotros siempre hacemos encuestas, y te diría que la mayoría de los profesores antes de la pandemia se oponía a la educación en línea. Acabamos de hacer una encuesta hace poco y sorpresivamente el 70% de los profesores dicen que no quieren que cambiemos el modelo, porque afirman, ‘’me es muy conveniente, trabajo desde casa, etcétera’’, pero obviamente falta mejorar. Porque vemos que no todos los profesores se enganchan en la educación, algunos se encuentran muy cómodos con que todo esté desarrollado en el sistema, entonces se conectan poco y las evaluaciones no son adecuadas. Pero es parte del proceso que tenemos que seguir desarrollando, pero aquí la experiencia fue bastante buena.

Yo creo que en nuestra universidad mantendremos un modelo híbrido, no creo que nos quedemos 100% en la virtualidad. El problema que tenemos en Guatemala es que hay una tasa muy baja de vacunación y eso va a hacer que vuelvan los contagios masivos y tengamos que parar, hasta que el problema por contagios naturales se vaya resolviendo.

De las cosas que estamos evaluando es que quien quiera llegar a la universidad a estudiar que lo haga, físicamente, con un sistema de control para tener el espacio adecuado, y quien quiera seguir en lo virtual pues que siga.

Creo que el reto es para nosotros que lo presencial y lo virtual sea de la misma calidad. Tenemos la facultad de medicina, curiosamente es un ejemplo interesante porque todo el paradigma que siempre hemos tenido es que medicina no puede ni debe enseñarse virtualmente. Con el contexto del covid los jóvenes no podían ir a la universidad y las prácticas estaban limitadas porque los mismos hospitales decían que no podían atender tantos estudiantes. Lo que ocurrió es que tuvimos que asumir el compromiso de enviar a los estudiantes que realmente debían realizar prácticas y dejar en casa a quienes no las necesitaban, que iban de visita, a conocer, eso se eliminó. Y entonces, durante los primeros dos años todo es virtual.

Esto también nos obligó a buscar herramientas por todo el mundo, por eso llegamos a ustedes, para hacer que la experiencia educativa sea mejor. Hemos incorporado muchas simulaciones, laboratorios virtuales, cursos de anatomía en línea que son magníficos, laboratorios de física y química virtuales para las ingenierías, la verdad que muy buenos, de mucha calidad, yo me quedo sorprendido.

Yo creo que la pandemia nos puso de cabeza, fue un desafío muy grande, y creo que lo bueno de las crisis es que hacen que las cosas cambien radicalmente. Creo que todo lo que se ha desarrollado en la pandemia se va a quedar. No vamos a regresar a la normalidad que conocíamos antes.

¿Qué reflexión le gustaría compartir con la comunidad educativa que está leyendo esta entrevista?

Bueno, lo primero que creo que debemos ser es optimistas. A veces veo mucho pesimismo, porque estamos agobiados, vivimos en un mundo que se está cayendo a pedazos, que la geopolítica está cambiando, que lo que antes conocíamos como la globalización y la libertad de viajar a todas partes se está perdiendo. Pero yo creo que a pesar de ello tenemos que ser optimistas, y los educadores tenemos que ser más optimistas que los demás, tenemos que confiar en que vamos a ser capaces de construir el futuro como lo ha hecho la humanidad toda su historia. Cada vez que hubo una crisis, la humanidad ha salido mejor, ha salido reforzada. Hemos dejado de hacer cosas que estaban mal hechas y hemos construido cosas que son mejores. Yo creo que lo más importante es eso, ser optimistas, transmitir optimismo a los jóvenes, hacerles creer que hay un futuro.

Yo veo que hay muchísima depresión en los jóvenes. Estando en Europa recuerdo haber visto muchas entrevistas a jóvenes, en Francia por ejemplo, en mi escuela, donde yo estudié, jóvenes que decían que ellos sentían que su futuro se había ido al plato, que ya no existía el futuro, que no sabían que iban a hacer, que todo lo que estaba organizado antes ya no funcionaba. Pero no creo que sea así, creo que es verdad que tenemos grandes desafíos enfrente, estos conflictos entre Rusia y Ucrania, los problemas del comercio, muchísimos problemas, pero tenemos que meternos a estudiarlos y buscar resolverlos. Esa es la tarea de los educadores, buscar soluciones a los problemas y sobre todo transmitir confianza a los jóvenes, transmitirles la creencia, bueno, en realidad no es una cuestión de fé sino una realidad, de que el futuro va a ser mejor siempre y cuando nosotros seamos mejores seres humanos.

Y es por eso es que me encanta cuando chicos y chicas jóvenes dicen ‘’yo soy de una generación que se preocupa por los problemas climáticos, por la responsabilidad que debemos tener con el medio ambiente’’. Sí, a los jóvenes los hemos cargado de muchas responsabilidades que no tuve yo de joven, pero también los tenemos que ayudar más. Hoy hay mejores herramientas, hay mejores comunicaciones, podemos seguir estudiando donde queramos.

Yo pienso que en realidad sí vivimos una crisis, sí tenemos que estar conscientes de que estamos en problemas, pero también tenemos que confiar en nosotros mismos, confiar en la humanidad, en nuestra propia capacidad de reinventarnos, reconducirnos, de poder hacer las cosas mejor. Ese es el mensaje que yo les daría, ser optimistas.

Cada referente que se suma a esta iniciativa deja su huella, y lo que nos transmiten es lo que nos motiva a seguir en búsqueda de nuevos diálogos.

Trabajamos por la innovación de la educación superior, por lo que es indispensable conectarnos, escuchar lo que el otro tiene para compartir, conocer la trayectoria de nuestros invitados/as y así, continuar aprendiendo.

¡Gracias Juan por su tiempo, su cercanía y sus palabras!

--

--

Evaluados

#Edtech — Placing technology at the service of education, promoting formative evaluation