La evaluación universitaria:

El estudiante como sujeto activo en el proceso.

Evaluados
5 min readFeb 10, 2020

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Cuando pensamos en el concepto de evaluación vienen a nuestra mente diversas imágenes, pero casi todas tienen algo en común: la mirada y el juicio de un otro. En ocasiones recordamos una mirada constructiva, que nos ha permitido llevar a cabo mejoras, innovaciones. En otros casos ha sido más bien un juicio destructivo, paralizante, que acota nuestra posibilidad creativa.

Pero entonces… ¿qué entendemos por evaluación? y ¿qué características adquiere dicha evaluación en la universidad?

Moreno Olivos afirma que ha habido cierta tendencia de los evaluadores educativos a priorizar el trabajo sobre las necesidades de información de “las personas que toman las decisiones”, por sobre la ayuda a los profesores en cuanto a la mejora de los métodos de evaluación que han estado utilizando durante muchos años, o a los alumnos para manejar el tipo de información que necesitan como sujetos de la evaluación. Esto reubica el foco de la evaluación: de entenderla como instrumento que le es útil a la institución para elevar un juicio sobre los méritos o sobre el “rendimiento” de sus estudiantes, pasamos a comprenderla como una herramienta para que docente y alumno se entiendan, se acompañen y se fortalezcan en la búsqueda de alcanzar objetivos establecidos previamente.

Salinas Fernández afirma que existen nuevas demandas en la evaluación de los aprendizajes universitarios:

  1. Pasar de evaluar (sólo) la transmisión de conocimientos conceptuales a evaluar (también) procedimientos y conocimientos de carácter globalizador y sistémico.
  2. Evaluar la capacidad de selección, comprensión y transferencia (necesarias en nuestra sociedad de la información)
  3. Evaluar la capacidad del estudiante para organizar su propio aprendizaje.

Entonces, en este contexto educativo, resulta necesario evaluar, además cierto dominio de información (conceptos, principios, teorías, datos), otras áreas de aprendizaje que se consideran fundamentales en la formación de un graduado o graduada. En palabras de Salinas Fernández:

…no sólo interesa saber “cuánto sabe”, sino también la capacidad que ese estudiante pueda tener para pensar, actuar y crear desde aquello que sabe, su competencia en organizarse para “saber más” y, también la capacidad de ser consciente de “aquello que no sabe’’.

En relación a este último punto consideramos que la autoevaluación es sumamente importante. Y la autoevaluación también debe ser enseñada, debemos enseñarle a los estudiantes a auto-evaluarse.

Si queremos entender, como dijimos al principio, que la evaluación es más que una auditoría (que da cuenta de un porcentaje de contenidos incorporados al final de un período de tiempo) y pretendemos comprenderla como un eslabón de un proceso de aprendizaje, entonces es necesario revisar la manera de evaluar y hacer foco en la autoevaluación.

Cuántas veces el docente realiza un proceso de corrección exhaustivo, acompañado de comentarios, nuevos interrogantes, invitaciones a realizar nuevas lecturas… y este trabajo es desaprovechado porque no hemos incorporado al estudiante como sujeto activo de su propia evaluación.

Es verdad: el conflicto aparece cuando debemos hacer las dos cosas:

*evaluar como medio de enseñar y

*evaluar como condición para calificar.

Esta última es una evaluación sumativa, emitimos un juicio al finalizar un período de enseñanza para calificar en función del rendimiento apreciado. Mientras que para poder entender a la evaluación como parte del proceso de enseñanza, la evaluación debería pautarse como formativa, ofreciendo juicios a lo largo de un período de enseñanza con el objetivo de informar al estudiante y al docente sobre los logros progresivos del estudiante. Ambos tipos de evaluación son necesarios.

En suma, a la evaluación sumativa, que habitualmente aplicamos en la universidad para calificar, es necesario sumar procesos de evaluación formativa, y con evaluados se trabaja con los objetivos de:

  • Superar la concepción tradicional de evaluación en la que se mide el aprendizaje sólo al final del proceso para pasar a hacer uso de ella como un proceso permanente que tiene como objetivo la retroalimentación constante tanto para el alumno como para el docente.
  • Considerar la evaluación como parte del trabajo cotidiano del aula, el docente puede utilizarla para orientar el proceso de enseñanza — aprendizaje y tomar decisiones que beneficien a los estudiantes.
  • Mejorar la interacción docente-alumno ya que brinda información inmediata sobre el aprendizaje permitiendo responder a las demandas que van emergiendo al ritmo del dictado de los contenidos.
  • Explicitar, estableciendo como una especie de contrato entre docente-alumno, tres ejes fundamentales en el proceso de enseñanza-aprendizaje: hacia dónde vamos (la meta se vuelve visible para el alumno al acceder a las preguntas de los cuestionarios), dónde estamos (cómo se posiciona los alumnos frente a la meta) y cómo podemos seguir avanzando (qué es lo que falta para alcanzar la meta).
  • Posicionar al estudiante como protagonista de su propio aprendizaje al habilitarle evaluar su propio rendimiento (autoevaluación) y compararse con sus compañeros (coevaluación).
  • Motivar y activar el rol del estudiante, moviéndolo de una posición pasiva, en la que no sólo recibe de manera unidireccional los conocimientos sino que es evaluado por otro, a una actitud activa en la que la posibilidad de autoevaluarse los dispone autónomos y responsables de su proceso de aprendizaje.
  • Fomentar en el alumno un estilo de aprendizaje caracterizado por la valoración, reflexión y autocrítica de su proceso de enseñanza-aprendizaje volviendo conscientes sus ritmos de aprendizaje, sus conocimientos previos, su nivel de atención y concentración, su capacidad, su estrategia cognitiva y su motivación.
  • Profundizar y fijar los contenidos trabajados en las asignaturas al ejercitar en los cuestionarios sobre los mismos.
  • Acompañar al alumno que estudia sin la presencia física del docente y de sus compañeros, simulando un intercambio permanente, un diálogo sobre los contenidos que funciona como tutor de su aprendizaje o coach.

Lea también: La evaluación a distancia haciendo click en el link.

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Referencias

Moreno Olivos, T. (2009) La evaluación del aprendizaje en la universidad: tensiones, contradicciones y desafíos. Revista mexicana de investigación educativa. (14) 41.

Salinas Fernández, B. y Cotillas Alandí, C. (2007) La evaluación de los estudiantes en la educación superior. Servei de Formació Permanent. Universitat de València.

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